La inteligencia emocional es la capacidad que nos permite entender, comprender y manejar nuestras emociones y la de los demás, y por consiguiente relacionarnos bien con nuestro entorno.
Cuando somos pequeños, las emociones están a flor de piel y las manifestamos rápidamente y sin filtros. A medida que maduramos, tratamos de que lo racional moldee nuestras emociones. Pensamos que lo primero que nos diferencia de los otros seres vivos es que somos seres racionales, sin embargo, cada vez que interactuamos con otros, que nos expresamos, que opinamos o decidimos algo, todo está acompañado de emociones.
La inteligencia emocional, como toda capacidad, tiene una parte innata y otra que se puede aprender y desarrollar a lo largo de la vida. Primero debemos tratar de autorregular las emociones, pensar antes de hablar o actuar, reflexionar sobre lo que hicimos o dijimos. Controlar nuestros impulsos es un aspecto clave para adaptarnos mejor a nuestro entorno y desarrollar buenas relaciones con las personas que interactuamos. Regular nuestras emociones en un examen, en una entrevista de trabajo o cuando integramos un grupo nuevo nos permite adaptarnos más fácilmente a las situaciones que se nos presentan.
Conocernos mejor nos permite ser conscientes de las emociones que nos generan determinadas situaciones o personas (enojo de amigo, exigencias de los padres o de un jefe) y por las cuales actuamos en consecuencia. Poder identificar lo que estamos sintiendo en un momento determinado nos ayuda a regular esas emociones y a ser mucho más efectivos en nuestras respuestas o acciones.
Poder poner en funcionamiento la automotivación, que es el motor interno que nos impulsa a la acción, que nos ayuda a seguir adelante para alcanzar las metas que nos hemos propuesto, es lo que posibilita nuestra superación personal y profesional. Lo que nos ayuda a focalizarnos en lo que es importante y a mantener la voluntad de seguir adelante con nuestros proyectos, a pesar de las dificultades que se nos puedan presentar.
Saber cómo se siente otra persona mediante la comprensión de sus gestos ponerse en el lugar del otro, tener empatía, es una capacidad que favorece la comprensión mutua y nos permite tener más y mejores relaciones interpersonales.
Por último, las habilidades sociales, nos permiten dar respuestas adecuadas al entorno y relacionarnos mejor con las personas que nos rodean. Son la clave para un buen desarrollo personal y profesional. Gracias a ellas, podemos comunicarnos de manera más asertiva. Es saber mantener la calma y saber expresar las opiniones y emociones de una manera tranquila, evitando el conflicto.
En la actualidad, la inteligencia emocional ha pasado a tener una valoración importante en el mundo del trabajo, porque se ha entendido que es una capacidad que atraviesa a toda la organización y tiene una clara incidencia en las relaciones interpersonales de sus integrantes. Hace algunos años, los empresarios se enfocaban principalmente en los conocimientos técnicos y en la experiencia vinculada al cargo que se estaba considerando.
Tener presentes los aspectos que integran la inteligencia emocional, requiere de esfuerzo y constancia. Aprender a identificarlos y poder manejarlos, nos permite una mejor adaptación al entorno que nos rodea. Identificar cómo nos sentimos o cómo se puede sentir la persona con la que estamos interactuando, es el primer paso para manejar nuestras emociones y lograr una comunicación más asertiva, enfocarnos en los objetivos importantes y establecer relaciones interpersonales positivas y adecuadas.
